jueves, 14 de enero de 2010

Tras el rastro del Ciclón






Hoy sobre las 2,30 horas de la madrugada unas inesperadas y no advertidas rachas de vientos ciclónicos produjeron algunos daños en la comarca.
El Concello de Pontevedra informó de la caída de al menos ciento cincuenta árboles en el municipio.
En principio no hubo que lamentar daños personales.
También los parques urbanos se vieron afectados por la furia del vendaval. En la Alameda cayeron creemos, dos tilos en las inmediaciones del Cafetín. También cayó un gran árbol en la zona de Las Palmeras. Los grandes cedros del Himalaya de ese parque, verdaderas joyas naturales que se encuentran incluidas en el Catálogo de Arbores Senlleiras de Galicia, también sufrieron algunos daños al desgajarse algunas ramas.
Más espectacular fue la caída de una gran cupresácea que se encontraba ubicada en la parte trasera del Museo Provincial, hacia la calle Flórez. En su caída derribó parte del pretil del jardín de esa institución y se fue contra una casa particular.
Siempre nos hemos preguntado cual es el destino de las maderas nobles que se talan por culpa de los temporales ¿se subastarán?, ¿se donarán a centros docentes para prácticas de carpintería y talla? ¿Acabarán en manos de algún aprovechado o en alguna leñera?.
De entre la recopilación de asuntos municipales recogidos por el archivero Enrique Sotelo hoy nos interesa destacar uno de 1871: " Que las acacias arrancadas de la Alameda y San josé se usen para lanzas de los serenos, pisones para los caminos y más objetos que sean necesarios". Desde luego que fue un buen homenaje y fin para unos árboles públicos


2 comentarios:

  1. ahora vendrá josele a decir que es culpa de los soviéticos del partido con su modelo de ciudad muerta y blablabla xD

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  2. Desde el ventanal acristalado del chalet, el visitante se deleita con la visión desdibujada de la Ría de Villagarcía: una fina gasa de lluvia tiñe de añil los recovecos de la costa y parece mecer bajo su abrazo a los dormidos viñedos y prados, que esperan la resurrección de una próxima primavera.

    A su espalda, mientras tanto, se celebra una reunión de trabajo: sobre una enorme mesa de castaño, estilo “chippendale”, un grupo de hombres discute sobre un plano. El visitante cree distinguir en él las grandes avenidas de Pontevedra, en las afueras de la ciudad. Hay parcelas marcadas con los bordes en rojo, sobre las que los dedos de los convocados, apuntan golosamente. De entre todos ellos, se alza la voz atiplada de un gordo con bigotito de estilo mejicano:

    -Os garantizo que serán urbanizables, tras el próximo consejo de gobierno.

    Los convocados debaten. Uno de ellos, con traje y corbata, que tiene aspecto de comercial de banca, le dice algo al oído de otro con cazadora de cuero y cuello de astracán que luce orgulloso dos cadenas de oro sobre campo de pecho varonil velludo y dos esclavas de plata en las muñecas.

    El visitante se aleja de la escena y posa su mirada sobre la chimenea rústica de ladrillo rojo, flanqueada por balaústres de piedra del país. En su interior, danzan llamas que parecen trasmitir un mensaje oculto a los no iniciados, consumiendo dos grandes troncos de una madera cuya especie no logra identificar:

    -no es roble, no es castaño…

    La reunión es súbitamente interrumpida por la llegada de dos sudamericanas, vestidas de servicio a la usanza clásica con cofia, que portan grandes bandejas de marisco. Muy jóvenes, son extraordinariamente atractivas, y el gordito con bigote, emite un agudo chillido de satisfacción al verlas llegar.

    Cambados, febrero de 2010. 20.45 horas.

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