jueves, 27 de agosto de 2009

La calle Sierra


Los que tenemos algunos años recordamos perfectamente el bullicio comercial, la doble fila y el pausado tráfico discurriendo por la calle Sierra en las horas centrales de la mañana.
Esta vía se trazó siguiendo el perímetro de las derribadas murallas que ahora se excavan y estudian con metodología arqueológica. Pero sin duda lo que más marcó la función y especialización de esta travesía fue la instalación del Mercado Municipal o Plaza de Abastos, inaugurado en 1948.
Desde entonces, como no podía ser de otra manera, ese motor económico, impulsará al dinámico sector comercial instalado en sus alrededores.
Como un día el Mercado Municipal quedó obsoleto se procedió, gracias a la ayuda de los fondos URBAN que concede la Unión Europea, a su rehabilitación y aun a la instalación de un parking, excavando el sótano.
Pero desde su reapertura nada ha vuelto a ser lo mismo. Quizás los cambios de hábitos, la mayor oferta y sobre todo la irracional peatonalización del entorno hayan dado al traste con las expectativas de muchos comerciantes radicados en esa zona.
La ubicación de un yacimiento arqueológico in situ para contemplar los cimientos de la antigua muralla, ocupando el centro de la calzada, parece que tampoco ayudó mucho a la dinamización de este entorno. Y lo mismo se puede decir en relación con la parsimonia y complejidad con que se abordan las obras de integración de los restos de dicha muralla al nuevo edificio del antiguo Museo.
Lo cierto es que junto con la pavorosa crisis que atravesamos, el paisaje de la Calle Sierra ha mudado.
Precisamente a la sombra de los andamios de dicha obra, que ciega en parte la bocacalle, se pueden contar contiguos hasta cinco bajos comerciales desocupados. De allí han huído desde bazares hasta tiendas de congelados, desde el sector textil hasta oficinas bancarias. Deben superar la media docena los establecimientos que han desaparecido de una calle que fue la alegría mediterránea del comercio local.
Frente a semejante debacle, lejos de abrirse un racional debate público y una contundente acción política que corrigiera los posibles errores de la gestión de los espacios públicos, solamente se ha oído alguna frase en el sentido de que “pudo haber sido un error la musealización de la muralla”. Y lo que es más grave, un ex concejal de promoción económica llegó a insinuar el posible cierre o el cambio de fórmula de explotación nada menos que de la segunda planta del mercado.
En fin, quien es el listo ahora que autoriza el tráfico rodado siquiera sea en horario matutino, por una calle con las farolas ocupando el eje de la calzada y unos adoquines móviles.
Y lo peor de todo es que prácticamente se puede fusilar este post en relación con el tramo de la calle Riestra más próximo a la cercada Plaza de España.

miércoles, 26 de agosto de 2009

El futuro de los Héroes.




Si hay algún elemento urbano y patrimonial afectado por las obras del demandado parking de la Plaza de España, ese es, además de la entrada de la Alameda, el denominado como Monumento a los Héroes de Pontesampaio.
Por lo de pronto algunas líneas sobre este conjunto escultórico diseñado por González Pola. La primera sobre su construcción, que tuvo lugar entre 1909 y 1911, para conmemorar el primer centenario de la victoria sobre las tropas de Napoleón.
La segunda idea versa sobre la importancia artística de esta obra, ponderada como uno de los mejores ejemplos de escultura conmemorativa histórica, desde luego la primera de Galicia.
En tercer lugar conviene reseñar el valor institucional y aún cívico del monumento. Institucional porque la comisión gestora de la obra supo defender su ubicación pontevedresa alegando al sentido de capitalidad de esa ciudad, precisamente para agrupar los homenajes de unas hazañas, que además de Pontesampaio, habían tenido lugar en cerca de cuarenta municipios de la provincia. El añadido valor cívico vendría representado por el hecho de que fue un proyecto sufragado en buena parte por las pequeñas aportaciones de muchos ciudadanos.
Ahora resulta que con las citadas obras del parking de dicha Plaza de España, el ayuntamiento capitalino se ha animado a organizar una exposición, que evoque aquel entorno, colgando precisamente, a lo largo de la valla que delimita la obra de la excavación, unos cuadros explicativos con antiguas fotos
Lo extraño del caso es que en ningún momento se hace mención al conjunto escultórico en cuestión, pues se evita en principio ir más allá del 1900.
¿Será intencionado este olvido? ¿Estaremos asistiendo a un proceso de desvalorización del monumento a fin de poder efectuar su traslado en aras de una nueva imagen de la ciudad?
Lo cierto es que sobre el futuro diseño en superficie de la Plaza de España, lo primero que destaca es la opacidad informativa municipal. Probablemente ningún ciudadano conozca el aspecto de este entorno una vez que finalice la obra.
En segundo lugar llama también la atención, en este proceso de desmemoria histórica, el nulo apoyo con que se ha solemnizado el bicentenario de la batalla de Pontesampaio.
De la misma manera que se han paralizado las obras de reforma de la Alameda para acoger durante unos días las barracas de las fiestas de la Peregrina, bien se pudo adecentar en su momento, siquiera fuese provisionalmente, el entorno del monumento a los Héroes de la Independencia, a fin de acoger dignamente los fastos de homenaje, con la correspondiente recreación histórica de los mismos, auspiciada por los vecinos de la parroquia pontevedresa ribereña del Verdugo.
En tercer lugar, y dado el entrenamiento del Concello en el irregular tratamiento del patrimonio, recuérdese el traslado de la balaustrada del Museo, el cambio de situación de la fuente de la plaza de la Verdura, que llevaba más de cien años en la parte superior de ese espacio, la polémica sobre la nueva ubicación para la obra de Castelao en las inmediaciones del Museo…, todas ellas acciones basadas en caprichos personales y no en criterios técnicos, bien podríamos por lo tanto tener una sorpresa con las efigies de bronce de Pontesampaio.
Por último como es sabido, se anuncia reiteradamente desde el palacio municipal la idea de situar un espacio para macroconciertos o sea un rockcódromo, en la superficie del nuevo parking de la plaza de España por lo que es probable que estorben las figuras de los Héroes.
En fin, el tiempo a todos nos da o quita la razón.

lunes, 24 de agosto de 2009

La plaza de la Alhóndiga y el "Fiel Contraste".



Ante el anuncio de la colocación de un conjunto escultórico, que represente la figura del “Fiel contraste”, en la pontevedresa plaza de la Alhóndiga, lindando con la fachada posterior de nuestro palacio municipal, erigido en el pasado siglo XIX por el reputado arquitecto Sr. Rodríguez-Sesmero, enseguida habría que desmentir las declaraciones realizadas por la alcaldesa en funciones, en el sentido de que dicho artífice diseñó dicha fachada trasera como “portada principal”, ya que daba hacia lo que hoy denominamos como Centro Histórico.
Nada hay más errado. Solamente con ser un poco observadores comprobaremos como Sesmero ejecutó como fachada principal la que mira hacia la Alameda, y en eso consiste una de las novedades del nuevo palacio municipal, pues las antiguas Casas Consistoriales que ocupaban el mismo solar si que lindaban hacia la antigua villa amurallada.
Porque las cuatro elegantes columnas estriadas que enmarcan la puerta están en la plaza de España, lo mismo que el reloj del pueblo en el ático del edificio o el balcón principal con su juego de banderas. En fin desde 1880 los pontevedreses pueden leer el rótulo de CASA CONSISTORIAL en esa fachada principal.
A nosotros nos parece desacertada la idea de levantar un conjunto escultórico de fundición y acero corten en ese preciso entorno porque la plaza de la Alhóndiga, que heredó el nombre de los antiguos almacenes de cereales que se ubicaban en las citadas Casas Consistoriales, es un espacio que se conformó hace ya más de ciento veinte años, y la característica principal de esta irregular plazuela es precisamente su vaciedad.
Si lo que se pretende, en palabras de los responsables políticos, es “dignificar la fachada trasera del Concello”, pues precisamente habrá que eliminar todos los añadidos que impidan su correcta conservación y aun contemplación; recordemos que ahí se sitúan contenedores de basuras, señales de tráfico, cables, aparcamiento de vehículos oficiales, etc., lo cual quiere decir que dicha revalorización es incompatible con la colocación de un conjunto que perturbe la visión del palacio municipal.
Porque habría que advertir que el edificio que levantó Rodríguez – Sesmero es una de las más afortunadas muestras de la arquitectura institucional gallega de influencias francesas, concretamente se remite al estilo “II Imperio”.
Por eso es obligatorio explicarles a técnicos y políticos que una buena gestión de nuestro patrimonio cultural obligaría a valorar el zócalo y las pilastras almohadilladas, las balaustradas entre otros elementos, y aún si se quiere, el campanil de hierro traído del desaparecido Hospital de San Juan de Dios y que todavía es visible en la cubierta del ayuntamiento desde la plaza de la Alhóndiga.
El problema de estas actuaciones – de instalación de estatuas- además de su marcada discrecionalidad, es que pueden acarrear el efecto de la trivialización del valor cultural de nuestro Conjunto Histórico.
Imaginémonos en el parque temático en el que nos convertiríamos si un concejal situara un ferreiro de bronce en la Herrería, una vendedora de feixes en la plaza de la Leña, otra verdulera en la de la Verdura y así sucesivamente.
El problema que venimos advirtiendo en estos últimos años es que los políticos y técnicos culturales del Concello no saben distinguir bien entre lo que es la conservación o restauración patrimonial y lo que es la recreación, la evocación y la investigación histórica.
Así la figura del “fiel contraste” aquel imparcial funcionario del siglo XVI que velaba por la fidelidad de pesos y medidas sería bien visto como personaje de una recreada y teatral Feira Franca. Pero más difícil es sostener su perpetuación en bronce en un espacio público que la ley lo protege y valora precisamente por la característica de su “vaciedad”.